Nuestra Señora de las Angustias
La imagen titular primitiva era más bien pequeña, de barro cocido, estando Cristo depositado a los pies de su Madre. Con el paso del tiempo, fue recibiendo amputaciones y añadidos. En una estampa del siglo XVIII, el grabador asegura que ha hecho el verdadero retrato de la imagen, y ya aparece la Virgen como imagen de vestir. Habría que preguntarse dónde está la imagen de la Virgen del siglo XVI, de la que Fernando de Morales hace donación a Pedro de Baya, hermano mayor de dicha Hermandad. Sabemos que en Abril de 1925 el rostro de la Virgen, que era de barro cocido, fue alterado por uno de talla. Cuando la Fraternidad, en mil novecientos cuarenta y dos, encargó nueva imagen del Señor a Ramón Chaveli, le pidió también la construcción de un nuevo cuerpo para la Virgen. Se ha dicho que el conjunto tuvo como base de inspiración el que talló en su juventud Miguel Ángel, hoy día reverenciado en la Basílica del Vaticano. El parecido del semblante del Señor, colocado en el regazo de su Madre, con el de la Virgen semeja indicar que, mientras el artista valenciano construía un nuevo armazón para el cuerpo de la Virgen, también le hizo un nuevo semblante. Con tantos añadidos no podemos hacernos idea de cómo sería el rostro original de esta Dolorosa. La Hermandad conserva la imagen primitiva del Señor. Así pues, la imagen actual de la Nuestra Señora de las Angustias procede del siglo pasado, es de la escuela valenciana del siglo pasado, desconociéndose su autor y ha sufrido diferentes restauraciones, la última por Ramón Chaveli en mil novecientos cuarenta y dos.
Se ha apuntado, así mismo, que el conjunto escultórico tuvo como fuente de inspiración la Piedad de Miguel Ángel. Pero esto solo es cierto en lo que a iconografía se refiere. En los otros conceptos estéticos, no podemos admitir esta comparación. Ya la escultura renacentista había prodigado este género de representaciones, aunque con un sentido plenamente diferente, puesto que en aquella época era costumbre tallar a la Virgen pletórica de idealización y con semblante de niña. En 1a fisonomía de la Virgen de las Angustias observamos un patetismo no excesivo, no exagerado, si bien sí grande y sigiloso, en una línea iconográfica que, desde entonces, no guarda relación con 1a expresividad trágica de los maestros castellanos. Se trata de una Virgen bastante aniñada, que mira, con dolor, al Hijo fallecido en los brazos.
En lo que se refiere al Cristo que tiene en el regazo, fue encargado a Ramón Chaveli en 1940, en tanto que la imagen anterior había recibido amputaciones y añadidos. Su cabeza tiene un enorme similar con otros rostros que el artista valenciano talló. Presenta el Cristo peculiaridades típicamente «chavelinas», como el misticismo, patetismo no exagerado, desgarro en la expresión de dolor, pero con dulzura, sin llegar a un barroquismo exaltado, como correspondería a la escuela castellana y su principal representante, Gregorio Fernández, que mantuvo una línea estética distinta a la sostenida siglos después por Ramón Chaveli. Este tipo de iconografía de Cristo yacente, bien aislado o en brazos de su Madre, como en este paso de Jerez, se prestaba a los dramatismos, a esos Cristos desgarrados a que tan acostumbrados nos tiene el realismo de la escuela de Castilla. Sin embargo, Ramón Chaveli tuvo sus ideas originales, propias, no dejándose influenciar, como simple tentación, por ese género de estética. Hay en la cabeza y en la expresión de este Cristo muerto un hondísimo arraigo que lúcida los furores del pueblo. La imagen, de talla completa, con paño de pureza escultórico, no es grande, por el hecho de que tal vez en su tamaño influyó el deseo, por la parte del artista, de establecer una proporción física entre el tamaño de la Virgen que le mantiene sobre su regazo, y la del Cristo yacente. Está pensada esta obra en conjunto, en conjunto de Madre e Hijo, nunca aislada. Los cabellos del Cristo están trazados con intensos juegos de claroscuro. Los ojos están semicerrados, la boca entreabierta, la nariz es recta y larga. En la anatomía vemos que Ramón Chaveli dominaba los conceptos médicos. De esta forma, son muy acertados, en lo que se refiere a composición y realismo, los orificios producidos por los clavos, tanto en las manos como en los pies. Del costado de Cristo emana rebosante sangre, que Chaveli no esculpió, es decir, el chorro está pintado, sin que la herida del costado esté escultóricamente trazada.
En el conjunto, hay marcadas diferencias respecto a la composición que Miguel Ángel, siglos atrás, impusiera. De esta manera, la escasa monumentalidad del cuerpo de Cristo, lo que, en un simple estudio comparativo, nos distanciaría, evidentemente, del colosalismo miguelangelesco, así como la postura de Cristo, que, en su anatomía, es considerablemente más relajada, menos recia, que la que, en su temporada, tallara el genial Miguel Ángel.
En cuanto a la Virgen, si partimos de la idea de que Ramón Chaveli le puso un semblante nuevo, también podemos observar las diferencias con respecto a aquella Virgen Pequeña que esculpiera Miguel Ángel. La Virgen de las Angustias actual no es, evidentemente, una mujer anciana, ni una adulta que ha alcanzado la madurez. Es, por contra, una Madre que tiene muchos de los rasgos fisonómicos que Murillo impusiese como arquetipos en la Sevilla del siglo XVII en sus pinturas. Más no es una Madre Pequeña idealizada. Es una Madre joven, tal vez más joven aún que su Hijo, al que mantiene en el regazo. Pero la faz de esa Madre joven ha sido surcada por un gesto de dolor intenso, que quiebra su expresión, acentuándose de esta manera una nota que define a esta imagen: La inmensa piedad que aflora de su expresión, tal y como si, al sostener el cuerpo del Hijo, quisiera volver a trasmitirle la vida perdida en la Cruz. Esta expresión de la Virgen de las Angustias es digna de un artista.