Historia
Tras la reconquista de la urbe por Alfonso X el sabio, a espaldas del llamado Baluarte de la Madera, que existía al final de la Corredera, había un humilladero o lugar devoto, en estado semiderruido, ante el que se detenían y descubrían los paseantes, para encomendarse a una imagen de la Virgen, famosa como Nuestra Señora de los Siete Cuchillos. La devoción fue en incremento y, pasado algún tiempo, aquel ruinoso humilladero pudo transformarse en una ermita de reducidas proporciones, en la que empezaron a congregarse, formando hermandad, un grupo de católicos jerezanos, que presentaron sus reglas al prelado de la Diócesis, obligándose por ellas a festejar anualmente la celebración de Nuestra Señora de los 7 Cuchillos, a rezar a diario el santo rosario ante su imagen titular, y a sacarla en procesión, en la tarde del Domingo de Ramos. Así, puesto que, la primitiva Cofradía se denominó de «Los 7 Cuchillos» y la podemos estimar originaria del siglo XVI: por diferentes informaciones del historiador Mesa Xinete, que la menciona, y que existía en el año 1558. Más tarde en escritura ante Miguel Morate del día 11 de enero del año mil quinientos setenta y ocho, se ratifica la posesión por la parte de la Hermandad de la imagen de la Virgen con su Hijo yacente en sus rodillas y que tenía desde hacía cuatro lustros.
De ser cierta la tradición, que recoge el historiador Grandallana, la creación del convocado humilladero puede datarse hacia el año 1523, creyéndose que la hermandad se instauró un año después, si bien este dato carece de confirmación, al no existir documento que lo acredite, puesto que el fichero de exactamente la misma desapareció totalmente en un incendio. La advocación de la imagen de la Virgen será punto de enfoque para el promuevo de una institución de puro carácter asistencial, que, con el trascurso del tiempo, se transformó en pasional.
Sí parece ser cierto que el dieciocho de abril de mil quinientos sesenta y siete, la ciudad acordó dar la pequeña ermita construida sobre el humilladero al beato Juan Grande, para que la convirtiera en hospital, como una aranzada de terreno a su alrededor. Pero este pacto quedó sin efecto, al asignársele sitio mayor en el centro de salud de San Juan de Letrán, cerca de la Puerta de Sevilla. En el siglo XVI, la Fraternidad aumentó sus prácticas piadosas con la recogida de cadáveres abandonados por la ciudad y sus contornos. Fue durante el pontificado de Benedicto XIII, muy devoto de los Dolores de la Virgen, cuando se instauró en Orden Tercera de Servitas.
Conforme el estudioso y señalado bibliómano jerezano, José de Soto y Molina, parece que la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, ya existía y llevaba vida próspera, en la segunda mitad del siglo XVI. La imagen de la Virgen había sido donada al humilladero por un miembro de la familia Morales Maldonado. El donante se llamaba Fernando, y había tomado las medidas pertinentes a fin de que la propiedad de la imagen se conservara en él y en sus familiares. Esta imagen no había sido mandada ejecutar por él, siempre que afirma que era de sus ancestros y, por consiguiente, lo que donó, que ahora comentamos, el once de enero de 1576, cuando tenía veinte años, era el depósito de la imagen en el humilladero del Baluarte o bien de la Madera, como se llamaba aquella zona. La donación fue a dicha Iglesia y humilladero y a los cofrades que son y fueren del día de hoy de ahora en adelante. Era el hermano mayor Pedro de Baya y el título de la Cofradía de Nuestra Señora de los 7 Cuchillos, alusivo a las 7 espadas que ya acostumbraban a poner en el pecho de la Dolorosa. No se sabe si se llamaba ya Virgen de las Angustias, o bien si el de los 7 Cuchillos era un apodo popular. Lo único cierto es que la Dolorosa existía ya en 1566
Así, es clara la existencia de un humilladero en la plaza final de la Corredera, estando este humilladero a cargo de algunos vecinos. Desde la Reconquista de la ciudad por el rey Alfonso X el Sabio existía, en el entonces ejido de la urbe, al final de la Corredera, en lugar cercano al Baluarte de la Madera, un humilladero dedicado a esta advocación, donde fue creada esta Fraternidad en mil quinientos cincuenta y tres. Fue Honorable Orden de Servitas, conservándose un precioso estandarte en rico bordado antiguo con el Corazón y los 7 Puñales. De ahí que la Hermanad fuera conocida en sus primeros tiempos como la de la Virgen de los 7 Cuchillos.
En 1566, se tiene perseverancia del culto que se daba culto a la imagen de Nuestra Señora de los Siete Cuchillos, de la misma manera que por auto provisional del día quince de junio del año mil seiscientos cuatro, se tienen asimismo noticias de sus realizaciones procesionales. Sin embargo, no consta su aprobación canónica hasta que en 1631 son aprobadas las Reglas presentadas por una asociación de fieles, la mitad de ellos de origen portugués, que se constituyen como los segundos creadores de la Fraternidad. En este siglo aumenta sus prácticas piadosas con la recogida de cadáveres abandonados por la ciudad y sus contornos, siguiendo las líneas maestras de la Fraternidad de la Soledad. Al poco tiempo entra en disputa con una asociación hermana dedicada a estos menesteres, denominada como de «San Antonio» y ubicada en el Convento de San Francisco, para la adquisición y correspondencia del subtítulo de «La Caridad». Tras el enojoso litigio y no llegar a un común acuerdo, se dicta auto temporal con fecha del 1 de octubre de 1632, por la cual se designa con el subtítulo de la «Santa Misericordia» a la de San Antonio, y a la de «Los Siete Cuchillos» como del «Rocío». Nombre que no admiten sus cofrades de ninguna de las maneras, y ya en 1634 se la nombra como Fraternidad y Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias. Ya tras la sustitución de su título, la Asociación se sostiene unida en sus labores a la primitiva de la «Caridad» que tiene el título de Cofradía de la Santa Clemencia de la Virgen Santísima Madre de Dios y Nuestra Señora del Auxilio. Según parece procesionó múltiples años en la tarde del Miércoles Santo.
Después de que el arzobispo de Sevilla, Jaime de Palafox, autorizase que la capilla de las Angustias albergara, a lo largo de ciertos años, desde 1685, el hospital de la Santa Caridad, la Fraternidad decidió ampliar su pequeño templo, acometiendo a base de dádivas la construcción del crucero, auténtica obra de arte barroco, cuyos trabajos concluyen a finales del año mil setecientos veinticuatro. Así, pues, en mil seiscientos ochenta y cinco sus cofrades brindan, a la Hermandad de la Caridad, albergue en su Capilla y en sus dependencias, para los pobres enfermos que atendía esta citada Fraternidad.
Ya antes de acabar las obras de su capilla, el quince de abril de 1724 se pide y consigue del Papa Benedicto XII la consagración del templo a la orden Tercera Servita, o Siervos de María Santísima de los Dolores, erigiéndose en Terceros Servitas de Nuestra Señora de las Angustias, lo que se estableció el trece de agosto del mismo año, en cuyo día tomó el Santurrón Escapulario su Hermano Mayor, el presbítero don Esteban Mexías, de manos de un padre misionero de la citada orden. Más tarde, por Patente con fecha del 22 de septiembre de mil setecientos veinticinco, el Padre General de los Servitas concedió una bula para que la Hermandad se erigiese en Confraternidad de los Dolores de la Virgen, y en la que reciben igualmente los hermanos de la Cofradía, los privilegios e indulgencias concedidos a esta Orden, lo que hace acrecentar el entusiasmo de los hermanos que, el 11 de diciembre de mil setecientos veinticinco, presentan sus nuevos Estatutos para su Hermandad, que fueron aprobados por el Arzobispado el 28 de abril de mil setecientos veintiséis. Ahora, ya oficialmente, la Fraternidad aparece, en estas primeras reglas conocidas, como Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, estableciéndose como celebración el Viernes de Dolores y continuando con la procesión el Domingo de Ramos.
Nuevas obras hace que la capilla tome aspecto de templo mayor, al contar con precioso camarín, retablos, viviendas y una capellanía, diciéndose misa cada domingo y festivos, a las once de la mañana, rezándose la corona dolorosa todas y cada una de las noches y, en ciertas fechas, el beato rosario por las calles de los alrededores.
En 1732 es cuando el Municipio levanta sobre el viejo llano de las Angustias, la primera alameda, que se construye a expensas del peculio particular del corregidor don Carlos de Angulo y Ramírez de Arellano, Marqués de Angulo. Anteriormente, la Ciudad había labrado el pequeño reducto de entrada a la capilla. Y en sesión de tres de junio de mil setecientos cincuenta y nueve, concedió a la misma 8 varas de sitio, para ampliar su fábrica. Ya en 1716, el Cabildo había autorizado formar una pequeña capilla a Nuestra Señora de las Angustias, sobre el arco de la muralla que existía en la entrada de la calle Algarve. Esta capillita existió desde mil setecientos veinte hasta el momento en que se derribó el arco, en mil ochocientos treinta y dos. Gran parte de las reformas que se ejecutaron en la capilla de las Angustias, en la alameda o bien plaza de su nombre, se debieron a la singular protección del jerezano don Tomás de Geraldino, embajador de Fernando VII en Inglaterra, a solicitud de su hijo don Francisco, hermano mayor de la Fraternidad, quien costeó el espléndido retablo del altar mayor. Este retablo existió hasta once mil ochocientos sesenta y ocho, en que, con el pretexto de ponerlo a salvo de los revolucionarios, cierto potentado se lo llevó a una viña de su propiedad, no devolviéndolo más. Al paso que el enorme bienhechor de la capilla y de la Fraternidad, el diplomático Tomás de Geraldino, yace enterrado en el templo de las Angustias, de cuya imagen fue un destacado devoto.
Debido a la revolución de 1868, la Fraternidad con su conjunto escultórico debió trasladarse a la iglesia de la Muy santa Trinidad, suprimida la comunidad de Trinitarios se ven obligados a trasladarse a la Parroquia de San Miguel, donde se sostiene en angosta unión con otra Fraternidad, allá existente, la del Señor de la Humildad y María Muy santa de la Amargura.
Mientras tanto, la bella capilla de las Angustias se vio transformada en Círculo Republicano, destrozadas y arrojadas a la calle sus imágenes y profanados sus altares por la chusma revolucionaria. Años más tarde, y pese a la valiente oposición de la Fraternidad, la capilla se vería transformada durante algún tiempo, en templo luterano.
A lo largo de 4 años, la iglesia fue destinada a usos profanos, restableciéndose el culto católico en mil ochocientos setenta y dos. Las sagradas imágenes de la Virgen y su Hijo muerto, en los brazos, pudieron regresar el 13 de marzo, en la mitad de una solemnísima procesión que recorrió las primordiales calles. Mas la Fraternidad tuvo que compartir su capilla con los PP. Carmelitas, exclaustrados de su convento, que había sido saqueado y en parte destruido por los revolucionarios, desde marzo de mil setecientos ochenta y nueve al siete de abril de 1880, dedicándole altar a la imagen de Nuestra Señora del Carmen, trasladada en un carruaje.
Venida a menos la Hermandad, en 1881 ésta cedió su capilla a las monjas agustinas, recluidas en el convento del Espíritu Santo, desde la revolución de mil ochocientos sesenta y ocho, siendo destruido el suyo de San Cristóbal. En mil ochocientos noventa y seis, inactiva desde ese momento la Hermandad, deseó reordenarse, mas no lo logró, por culpa de dicha cesión, rechazando la Curia Hispalense la reorganización de la Cofradía.
Es el veintidós de marzo de mil novecientos veintidós, cuando las monjas agustinas abandonan Jerez y se incorporan a su nuevo convento del Puerto de Santa María, y al día siguiente don Manuel Lagos Romero toma posesión de la capilla y dependencias, en nombre de la Hermandad de las Angustias, su lícita propietaria.
Reorganizada, tras grandes apuros, la vieja Fraternidad, este año de 1922 como solución de continuidad ante la supervivencia de tres hermanos de la Cofradía (en la historia de cualquier Fraternidad, al paso que quede vivo un solo hermano, una Hermandad jamás pierde su antigüedad), exactamente la misma consigue sacar nuevamente a la calle a su reverenciada titular. Pero no tienen túnicas y el reducido grupo de hermanos lo hace en traje de calle. El señor Lagos redacta unos nuevos estatutos que el Cardenal Illundain aprueba por decreto de data dieciséis de marzo de mil novecientos veinticinco.
En ese año de 1925 la primitiva cabeza de la Virgen que era de barro y de escaso mérito, fue reemplazada por una de talla, obra de escultor valenciano, que había sido propiedad de las devotas hermanas, María de Consolación y María de los Dolores Lagos Fernández. La cofradía vuelve a florecer con toda pujanza, solo ensombrecido por las persecuciones religiosas de la segunda república, entre los años mil novecientos treinta y uno y 1936.
Vuelven los solemnes cultos con afamados oradores y se restaura el camarín de la Virgen, en cuyo techo había sido pintado un «Juicio Final» de extraordinario valor, en la data en que se construyó el crucero. Y no sería hasta mil novecientos veintiocho, cuando los cofrades pudieron acompañar a su titular, el Domingo de Ramos, revestidos con túnica penitente de capa, en color morado romano, con capirotes, escapulario y esclavina del mismo color, con cinturón negro; calzando zapatilla de charol con hebilla de plata; y llevando sobre el pecho el escudo de un corazón candente, atravesado por 7 cuchillos, que recuerdan su recóndito origen. Un año después, en mil novecientos veintinueve, la Virgen estrena un nuevo paso, que sustituye al viejo, de pequeñas dimensiones.
Desde entonces hasta nuestros días, especialmente en los últimos tiempos, la capilla de las Angustias ha sido modernizada y la Hermandad ha ido ganando en parquedad y solemnidad religiosa, hasta el punto de transformarse en el centro de atención, por su piedad, recogimiento y orden procesional, entre las cofradías que hacen estación a la Catedral, en la tarde del Domingo de Ramos.