Costaleros del Amor

«VOLVER LA VISTA ATRÁS«

 

Texto de la alocución de D. Manuel Ruiz-Cortina Reimóndez, hermano costalero de la primera cuadrilla de 1974, durante la entrega del IV premio La Trabajadera celebrada el 6 de marzo de 2010.

Volver la vista atrás trae consigo rememorar buenos recuerdos, pero a la vez sentirnos invadido por una sensación agridulce de tristezas y melancolías.

Sin embargo hay algunos, para nosotros imborrables, que nos llevan a evocar momentos que significaron mucho no solo para cada uno de nosotros sino, lo que es más importante, para esta querida Hermandad a la que le hemos dedicado gran parte de nuestra vida.

Uno de esos lo es, sin duda alguna, la creación de nuestra cuadrilla de hermanos costaleros. Obra, como muchas tantas otras, de nuestro hermano José Alfonso Reimóndez López: “Lete”.

Era la cuaresma de 1973.

Nuestra Hermandad iba a cambiar su discurrir por las calles de Jerez.

En Cabildo General, había sido aprobada una proposición de la Junta de Gobierno en la que se cambiaba la túnica de los hermanos.

Pasábamos de ir con aquella airosa y bonita túnica de capa en rojo cardenalicio, a una negra de cola y cinturón de esparto.

Aquello era el colofón que nuestra Cofradía necesitaba después de llevar tres o cuatro años tratando de imbuir en sus hermanos el sentido penitencial que nuestro Misterio en la calle requería.

Pero aun quedaba algo por hacer…

Lete, que ya venía insistiendo en la idea de que fuéramos nosotros los que llevásemos sobre nuestros hombros a Nuestra Madre de las Angustias desde el año anterior. Volvía una y otra vez sobre el tema.

A mí me tenía ya completamente de su parte.

Así que, con esa facilidad que Dios le dio para convencer, fue ilusionando a unos y a otros hasta tener, casi interesado, a un reducido grupo de hermanos. Éramos unos diez o doce.

Decidimos hacer una prueba para calibrar nuestras fuerzas: El Viernes de Dolores de aquel año de 1973, nos atrevimos a sacar el paso desde la sala en el que lo guardamos y lo subimos al altar, como hacemos todos los años, para poder colocarle a Nuestra Madre.

La prueba fue decepcionante. No llevábamos ni colleras, ni fajas… y lo que es peor: ¡Ni idea!

Pero aún así, lo conseguimos. Pienso que el que sufrió más que nosotros fue el propio paso.

Nos enteramos entonces de que en Sevilla la Hermandad de los Estudiantes iba ese año a poner en práctica la idea que a nosotros tanto nos ilusionaba.

¡Vaya por Dios! Nos habían adelantado. Pero bueno, si ellos lo hacían, por que no lo íbamos a hacer nosotros.

Cuando le dijimos a Papi lo que habíamos hecho nos encontramos con que él se entusiasmó más que nosotros. Tanto es así que después de aquella Semana Santa, a la hora de guardar el paso en su sitio fue él el que nos dirigió y nos preparó nuestras primeras colleras.

Aquello ya fue otra cosa.

A los diez o doce que empezamos, se sumaron otros tantos que sabiendo lo que habíamos hecho días antes vinieron a engrosar el número de futuros costaleros.

Desde aquel momento empezamos, Lete más que nadie, a tratar de conseguir el número de hermanos necesarios para hacer realidad nuestro sueño.

A finales de aquel año, alcanzamos la cantidad suficiente para iniciar esta ilusionante actividad.

Creo recordar que desde mediados de Enero y hasta la semana de Pasión de 1974 realizamos una cantidad enorme de entrenamientos o de ensayos, como lo queráis llamar ahora. Los teníamos tres días a la semana. Pasando rigurosamente lista cada día de todos y cada uno de los asistentes. Teniendo en cuenta que aquel que más faltas tuviese se quedaría sin cargar.

A nuestros entrenamientos por las calles, se incorporaban cada vez más cofrades. Un grupo de la Candelaria era el más constante. Al igual que los de la Triunfal Entrada o los de la Amargura.

Estas tres Hermandades siguieron nuestros pasos en el año siguiente a nosotros.

Todos iban no solo a vernos sino a animarnos, al tiempo que ellos mismos se auto animaban.

Así llegó el Domingo de Ramos de 1974. Hace de esto treinta y seis años.

Nuestros sueños iban a hacerse realidad. Había expectación en el mundo cofrade. Había, también, muchas dudas. Muchas cabezas pensantes de por aquel entonces nos tachaban de locos. No creían que pudiésemos llegar a hacerlo. Es más hubo algunos que se lo tomaron a broma.

Pero nosotros sabíamos que lo íbamos a conseguir.

La Hermandad de Ntra. Sra. De las Angustias inició su salida a la calle para hacer Estación de Penitencia a la Santa Real e Insigne Iglesia Colegial. Aún no era Catedral ya que no teníamos Obispo Titular Diocesano.

A la altura de la confluencia de la calle Medina con calle Arcos, recibimos el aliento del recién nombrado Obispo Auxiliar de Sevilla con sede en Jerez Don Rafael Bellido Caro, que a través de los respiraderos, nos habló. Pero, como quiera que no recibiera contestación a sus palabras de aliento, dijo:

– Hermanos, os habla vuestro Obispo.

Ante esto uno de los costaleros que marchaba justo al costado en donde se encontraba Don Rafael le contestó:

Muchas gracias. Señor Obispo.

Este detalle lo recordaba el bueno de Don Rafael, diciendo que era la primera vez que un Obispo interrumpía la penitencia de unos cofrades. 

Quiero dejar constancia de que el sentido penitencial de aquella cuadrilla era idéntico al de cualquiera de los hermanos que iban vestido con la túnica negra de cola. Es más, teníamos la consigna de que si a alguno le fallaban sus fuerzas, se pusiera a rezar un Ave María, a la que contestábamos todos al tiempo que los que marchaban junto a él aguantaban su carga para que pudiera aliviarse un poco.

Nuestros rezos eran continuos.

Cuando el paso giró en la rotonda y entró en la carrera oficial, recibió una cerrada ovación de todos los que allí estaban. Nuestros vellos se pusieron de punta. Parecía como si hubiésemos recibido una fuerza especial. Nuestra carga parecía más ligera.

Así fuimos llegando poco a poco a la Colegial cumpliendo nuestro horario, y cada vez más seguro de que llegaríamos con Nuestra Sra. a su Capilla.

Una vez fuera de la Colegial, hicimos una “levantá” aliviada. Era la primera que habíamos hecho en toda la noche, y fue la única. Todas las demás, más las que quedaban hasta casa fueron hechas a pulso.

La cuadrilla la formaban treinta y siete hermanos. Solo cargaban treinta y cinco, Siete trabajaderas a cinco.

Los dos que sobraban para completar los treinta y siete fueron los que más faltas acumularon en los entrenamientos y marchaban tras el paso con la túnica y el antifaz puesto, sin el cartón, y llevando al brazo la collera, prestos a incorporarse.

Dos de los que cargaban, cedieron en la Colegial sus sitios para que estas reservas pudieran también cargar con Nuestra Sra.

Conforme nos acercábamos a nuestra capilla, nuestra alegría era cada vez más grande. Lo estábamos consiguiendo.

Medio Jerez cofrade nos acompañaba desde la Colegial. La plaza de las Angustias estaba a rebosar.

A nosotros parecía ahora que nos sobraban las fuerzas.

El silencio de nuestra Cofradía, unido al rezo de los costaleros, contagiaba a todos los que nos acompañaban.

Cuando subíamos a la Señora por la rampa para entrar en su capilla la plaza estalló en vítores y aplausos,

Dentro ya solo se oían los sollozos incontenibles de todos. Bajo el paso y fuera de él.

Habíamos realizado nuestro mejor sueño.

Sin saberlo y sin pretenderlo nosotros también, habíamos dado pié a una nueva era en las cofradías. Y, lo que son las cosas… La Hermandad de los Estudiantes de Sevilla, no pudo salir a la calle por culpa de la lluvia el año anterior, y como quiera que ellos salieron dos días después que nosotros…Jerez tiene el honor de ser la Prima inter Omnia.

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